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Isco lideró la imagen del nuevo equipo de España, que, bajo la dirección de Julen Lopetegui, ha encontrado el aroma de los buenos tiempos.
Italia era un enemigo ideal para probar el auténtico nivel de España. El equipo desde la marcha de Xavi no había encontrado el camino de la autoridad.
Y el crecimiento de Isco unido al glamour de la nueva ola de Asensio han dado a la selección española un carisma especial, que se nota en el lleno absoluto que ofreció el Bernabéu.
El público detecta el talento y Lopetegui apuesta ya por tres arriba -Isco, Asensio y Silva- con libertad de movimientos.
Blindados atrás con Sergio Ramos y Piqué, los dos extraordinarios, el que mejor se lo pasó en el campo fue Andrés Iniesta.
Él dibujó sus últimos pases de delineante y lo pasó en grande al lado de Isco. Vio de cerca su hermoso libre directo que nubló a Buffon y en el 2-0 le dio el balón antes de ver a Isco aprovechar su condición de ambidiestro.
A Iniesta le encantaría seguro tener a Isco a su lado todos los días. Era un jugador con ADN Barça pero el Real Madrid se adelantó sin oposición a la jugada.
Afortunadamente sí tiene a Busquets que dio todo un recital dando equilibrio a España.
Iniesta recibió el cariño y el homenaje del Bernabéu. El público aquí sí tiene memoria. Y en medio del festival de fútbol de España, Lopetegui probó con éxito todos sus planteamientos.
Once jugones de entrada. Enorme el equipo con falso nueve con Silva. Luego, con un nueve auténtico como Morata, y de regalo el regreso apoteósico de Villa.
Lopetegui leyó siempre el partido con eficacia. Isco dejó su sello. Cuando en la hoja de ruta de la Federación se miraba el sustituto de Iniesta en una pizarra que decía ¿Quién se parece a quién?, debajo de Iniesta se ponía el nombre de Isco. El malagueño ha ido tan rápido que ya juegan y se divierten juntos.