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El Wanda Metropolitano, el espectacular nuevo estadio del Atlético de Madrid, comenzó a andar con el triunfo de los rojiblancos ante el Málaga (1-0) y un reguero de sensaciones entre los 63.000 aficionados que casi llenaron el recinto, con el Vicente Calderón a oscuras, vacío y en silencio a diez kilómetros de distancia.
Un sentimiento de emoción inundó a la hinchada atlética según se acercaba el histórico momento. Después de muchos años, un camino distinto, un barrio nuevo y una línea de metro diferente. Desde primeras horas de la tarde, las camisetas rojiblancas se divisaban ya por la Avenida de Arcentales y de los 50 tornos de la estación de metro Estadio Metropolitano comenzaban a salir numerosos hinchas.
Ya no era Pirámides el apeadero principal, ni el Paseo de los Melancólicos el distinguido escenario del transitar de la multitud rojiblanca. Nada era igual. Todo nuevo, pero un mismo sentimiento en los corazones de los seguidores, con muchos recuerdos que se agolpaban en sus mentes. El Calderón seguía presente.
En la inmediaciones, saludaba el estadio un enorme mástil de 40 metros que ondeaba la bandera izada más grande de España, con una superficie de 338 metros cuadrados, justo en la zona de intersección entre el lateral oeste con el fondo sur. Y por el perfil oeste, un paseo de las leyendas diseñado por el club para homenajear a los futbolistas con cien o más partidos con el Atlético de Madrid, con las placas de acero inoxidable en recuerdo del mexicano Hugo Sánchez y el argentino Sergio Agüero pisoteadas y manchadas.
Y a medida que se acercaba la hora de comienzo del encuentro y que las sillas rojas del flamante Metropolitano se llenaban de aficionados, se comenzó a percibir el calado de la obra inaugurada. Un estadio vanguardista con un aspecto grandioso, con el 96 por ciento de los asientos a cubierto de la lluvia y el terreno de juego 15 metros por debajo de la cota cero, con lámparas de luminoterapia, calefacción para ayudar al crecimiento del césped y la grada más cerca del terreno de juego.
La cubierta, de 46.500 metros cuadrados, convierte el recinto en una sensacional caja de resonancia. Una auténtica olla a presión en la que los viejos cánticos del Calderón invaden el ambiente. Fue entonces cuando se advirtió la importancia del público. El Atlético siente con mucha más fuerza a su afición en el nuevo Metropolitano.
Otra vez el «Ole ole ole Cholo Simeone» y el viejo himno estremecieron en el inédito decorado. El «yo me voy al Manzanares al estadio Vicente Calderón», en el Metropolitano. Y el «aquí están, estos son los hinchas del Calderón».
En el minuto 60, cuando el francés Antoine Griezmann anotó un tanto histórico, el primero del nuevo estadio, el Metropolitano estalló. Un estruendo ensordecedor encogió al Málaga. Y poco después «que bote el Calderón, que bote el Calderón».
El triunfo engalanó la fiesta. El Atlético venció y sumó tres importantes puntos, los primeros del Wanda, y la nueva estancia lució a lo grande. Un magnífico y fastuoso estadio para un equipo que quiere seguir creciendo de la mano de Diego Simeone.
Al final del encuentro, los fuegos artificiales para festejar otra vez el estreno y el lento regreso, echando la vista atrás, para no perder de vista la nueva casa y para no olvidar al Calderón.