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Los Blazers representan una de las grandes historias de la temporada junto a Damian Lillard. Viviendo casi permanentemente bajo el radar, caminan hacia un lugar de privilegio en el Oeste, en forma de ganar su División y conseguir la primera ronda de playoffs.
Lo están logrando además de un modo muy particular, porque si bien son conocidos por sus recursos ofensivos, especialmente de su pareja de perímetro, en esta ocasión su éxito parte a menudo de cómo se comportan cuando defienden. Portland está controlando partidos de una forma que pocos esperaban, justamente ese mismo modo con el que Terry Stotts, soñaba.
Nada lo ejemplifica mejor que el caso de su líder, Damian Lillard.
En los últimos 10 partidos, Damian Lillard promedia 35,4 puntos por partido. Nadie en la historia de los Blazers había anotado tanto durante un periodo tan largo. Y cada punto ha sido decisivo para el balance de su equipo.
Y son mucho más que los puntos, los triples imposibles o los últimos cuartos mágicos. Es esa sensación de superioridad y confianza absoluta en sus posibilidades.
El jugador formado en Weber State vuelve a estar este curso entre los diez hombres que más anotan en el clutch (situaciones de cinco minutos finales de partido con diferencias de +/-5 puntos), mientras rebasa los 26 puntos por noche con porcentajes solventes para su enorme volumen (y dificultad) de tiros.
C.J. McCollum, su socio de perímetro y con el que forma uno de los combos más devastadores de la NBA en el costado ofensivo (48 puntos por partido entre ambos). Ellos son dinamita en ataque. Pero del mismo modo eran vistos como potenciales agujeros que perforar en defensa, a través de los cuales castigar la competitividad de los Blazers. En el fondo así sucedía. Daban mucho adelante, pero también quitaban lo suyo atrás. La balanza a menudo compensaba pero no lo suficiente como para buscar el escenario ideal en Oregon. Crear un equipo candidato de verdad, cosa que lograron mejorando la defensa.
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