Your cart is currently empty!
Ser feliz es el objetivo principal de todo ser humano. Cada quien escogerá su vía, pero el destino es el mismo. Dicho esto, advirtamos algo: Lionel Messi no es feliz en el Barcelona.
Más alto no lo pudo decir en los 18 minutos con poco más de 40 segundos de entrevista con Rubén Uría, de Goal. Messi se queda en el Barcelona, el club que ama pero en el que ya no es feliz.
Unos destacarán que se queda, otros destacaremos lo último: no es feliz.
Se queda, sí…
Se queda porque, para irse, o paga la dichosa cláusula de 700 millones o debe entablar juicio contra el club que, reiteramos, ama. Y ni lo uno, ni lo otro.
Así que se queda. Un año más.
La declaración de intenciones comienza por enfocar al causante de su infelicidad: Josep María Bartomeu, presidente del Football Club Barcelona. Primero, porque nunca encontró la tecla para armar un equipo ganador. Segundo, porque lo ninguneó -lo boludeó, en el argot argentino- cuando le advirtió que se iría al final de la temporada. Y tercero porque, Messi dixit, le mintió. No puede irse del club al final de la temporada, sino cuando el contrato lo establezca. Y aquí está el gran error del Diez.
Messi no es abogado, y sus asesores no fueron los más eficaces. Lo que está escrito en un contrato es palabra santa. Salvo que un tribunal establezca lo contrario. O una negociación.
Messi confió en una palabra y no en un contrato escrito. Pensó en lo terrible que sería irse -gracias a este «virus de mierda», Messi dixit- antes del final oficial de la temporada. Irse cuando la cláusula lo establecía. En la fecha que estaba escrita.
Messi no es abogado. Es jugador de fútbol. Y, de buena fe, pensó primero en el club antes que en él. Pudo hacer como Timo Werner, dejar al Leipzig amparado en el parón del coronavirus y el reajuste de los calendarios, e irse a entrenar con el Chelsea olvidando la gloria de la Champions con su club.
Pero no. Porque no se puede cerrar una era gloriosa, 20 años de servicio brillante, de una forma tan vil.
La victoria pírrica de Bartomeu sobre Messi
Se habla que Bartomeu ganó el pulso a Messi. Y su rostro sonriente adorna los tuits que le elogian. Ha ganado el presidente.
De Pirro, un general helénico, decían lo mismo. Ganó la batalla de Heraclea contra los romanos sacrificando a casi todo su ejército, pero ganó. «Otra victoria como esta y tendré que regresar a Epiro solo», dijo. De allí viene la «victoria pírrica».
Seguro, es un triunfo para Bartomeu porque mantuvo a Messi atado al club por una temporada más. Continuará pagando el astronómico sueldo para el argentino. Permitirá que se vaya libre, pues éste rechazará una extensión de contrato y una futura venta para que queden algo más que los recuerdos en las arcas del club.
Amarró a un jugador infeliz, desafiante y que no quiere ni verlo en pintura. Todo después de destrozar la filosofía del club, de fichar jugadores desconocidos que luego no utilizaría pero que generarían jugosas comisiones, de vender talentos jóvenes de casa para hacer espacio a futbolistas disminuidos, de desperdiciar los últimos años del mejor futbolista de la historia del club.
Sí, Bartomeu ganó. Una victoria pírrica. Las ruinas son suyas.
Pero por favor, no ofendamos a Pirro de Epiro. Mientras que el heleno fue considerado como uno de los grandes estrategas de la antigüedad, Bartomeu fichó a Arda Turan, Aleix Vidal, Samuel Umtiti, Lucas Digne, André Gomes, Marlon, Nelson Semedo, Ousmane Dembelé, Yerry Mina, Malcom, Jeison Murillo, Kevin Prince Boateng (¡para ser delantero!) y Junior Firpo. Compró a Coutinho por un precio altísimo para que terminara siendo campeón de Champions con el Bayern que humilló al Barça. Fichó a Arthur para terminar cambiándolo por un envejecido Pjanic y algo de dinero. Y se trajo a Can Barça a tantos, tantos, tantísimos brasileños desconocidos como Douglas y Matheus para que solo sirvieron para dejar comisiones a los intermediarios.
Sí, se queda Messi. Pero vendrá un largo año en el FC Barcelona.
Deja una respuesta